Los amores de Alicia. Cap 9.
Lalo
"La invitación indecorosa"
Para mí, la tensión sexual es una expresión espontánea de la atracción subyacente… del intercambio de energías sutiles.
Estoy segura de que Lalo esperaba que yo diera el primer paso, así que, sólo bastó que me prestara su casaca azul, un día en el que hacía mucho frío, para que luego chateáramos, y que las ganas que le tenía, hicieran el resto. Fue una de esas mañanas en la que desperté demasiado mojada y sólo quería placer… y lo busqué, y lo encontré en el chat con Lalo:
- No voy a devolverte esa casaca.
- ¿Ah, sí?... ¿Y por qué no?
- Me queda mejor a mí.
- A ver…
No pude soportarlo, esa era “la invitación indecorosa”… esa frase realmente significaba otra cosa. Tengo la manía de morder mis labios, ahí sé que empieza a salir el deseo desde mi interior, y así, mordiéndome los labios, le mandé una foto desnuda con la casaca puesta.
Foto enviada.
Lalo vivía con su novia, nunca supe el estado de su relación, pero la quería mucho, y sus vidas estaban tan unidas… que no la dejaría nunca.
Eso no me molestaba.
Lo que me molesta es el hecho de vivir sabiendo que las personas que me gustan, o que deseo, no serán mías de alguna forma.
Luego de esa foto, el coqueteo, los abrazos y los besos en el cachete eran mucho más intensos, yo sentía mi piel erizarse cuando él se acercaba, sin embargo, sentía sus ganas de luchar, de querer salir de esto y de no engañar a su novia, pero trabajábamos juntos, y el vernos todos los días creó mucho más entre nosotros.
La primera vez que pasó estábamos muy ebrios, fue en una fiesta, intentábamos guardar la compostura, hasta que ninguno pudo y terminamos en un hotel. Lo único que puedo recordar de esa noche, es la forma en la que él me beso ahí abajo, regresaría el tiempo solo para poder sentirlo así, otra vez, su lengua paseaba por mí, de arriba a abajo, succionando, besando, lamiendo y mordiendo. Me tocaba los senos y yo alzaba mis caderas, empujando mi sexo contra su boca.Un calor interno recorría mi cuerpo, cuando me percaté que sus dedos estaban dentro de mí. Pasó mucho tiempo, hasta que le pedí que parase.
No dejarse llevar por el cuerpo, en estos casos, es difícil. Y fue tan difícil, que volvió a pasar.
De tener sexo en bares, en la oficina, en la calle, debajo de una escalera, la casa de una amiga, mi casa, empezamos a decirnos cuánto nos queríamos y lo mucho que nos hacíamos falta.
La noche más significativa fue cuando dormí con él, en su casa, en la cama que compartía con su novia, mientras ella andaba de viaje.
Me invitó a tomarnos unos tragos, y así fue, hasta que acabamos lo que quedaba de la botella de whisky.
Me levantó del brazo fuertemente y susurró:
¨Sé que dije que olvidáramos todo, pero la tengo dura desde que entraste por esa puerta.¨
Todo pasó en un segundo y ya estábamos desnudos, sobándonos y sintiéndonos como parte de uno. Me puso en posición de perrito, para jugar con mi trasero, dándome besos, lamidas y mordidas. Mis gemidos llenaron el silencio que había en el dormitorio. Atrapó mis dos piernas, las puso a cada lado de su cabeza y empezó a darme fuerte, llegando aún más dentro de mí. Yo estaba empapada. Su pene no solo me penetraba, sino que también rozaba mi clítoris. Me venía, no podía controlarlo.
A los segundos, él se corrió también.
Regresamos a la primera posición, apretó mis nalgas con fuerza y la metió sin contemplaciones. Miré hacia atrás y él tenía los ojos en blanco, también se había derretido de placer. La sacó lentamente de mí y se tumbó a mi lado. Yo me dejé caer, estaba tan relajada que, sin querer, me quedé dormida.
Su recuerdo asustó tanto a mi mente, que dejé de verlo de pronto, creo que fue algo que decidimos mutuamente, sin decir palabra alguna.
Lo extraño y por eso decidí terminar de escribir este capítulo, que llevaba meses olvidado. Lalo antes de ser un amante, era un amigo, y ahora, es alguien que está en algún rincón de Facebook.
*Nombre cambiado para proteger al verdadero inocente.